Me gusta ser yo quien organiza las vacaciones, quien elige el destino, el hotel y las cosas que ver.
Este año la organización de las vacaciones me pilló con sinusitis en la cama, así que delegué en el superhéroe.
Nunca, repito nunca, volveré a hacerlo.
Decidió que Espinho, en Portugal, era un buen lugar para pasar una semana. A ver, que el sitio feo no es, pero la playa del hotel era intransitable y con el Atlántico muy atlántico para nosotros y mucho menos para la cardelina.
El pueblo no tiene nada que llame la atención, no hay nada que ver ni nada que hacer, bueno hay un casino al que no puedes ir con niños, claro.
Sí tengo que decir que comimos muy bien en tres restaurantes: A baliza, A cabanha y Casa Américo, en esto último cenamos los tres por 17 euros, nada de lujos claro y esperando una cola de 15 minutos, que otros días hemos visto que da la vuelta a la manzana.
A mi, que me gusta viajar, me regalan un viaje a Irán y lo disfruto, oye. Disfruto, en cada viaje buscando rincones y lugares bonitos o escondidos, así que en cuanto supe que íbamos a Espinho pensé en una excursión a Aveiro y Costa Nova.
Aveiro esta lleno de color, sus casas, restaurantes y los barcos de los canales están pintados de colores alegres, dicen que es la Venecia Portuguesa, nooooooooo, pero tiene otro encanto diferente. A cinco minutejos en coche está Costa Nova, con un montón de casitas pintadas a rayas, antiguas casas de pescadores. Algunas parecen casitas de muñecas. Y en Costa Nova está Playa de Barra, de las más bonitas de Portugal, grande y salvaje.
Muy cerca de Espinho está Oporto, nosotros fuimos en tren. Ya la estación de tren es bonita, su arquitectura y estética, con los típicos azulejos azules. Oporto tiene ese encanto decadente tan gris, que te hece pensar en otra época. Visitamos la librería Lello e irmao, que estaba abarrotada de gente y donde sólo puedes hacer fotos de 9 a 10 de la mañana, el mercado del Bolhao y paseamos por la rua Santa Catharina, subimos y bajamos cuestas, muy empinadas, y llegamos al Duero, paseamos por las dos orillas, viendo las bodegas de Gaia por fuera y regresamos a la estación del tren subiendo en el funicular. Antes de coger el tren de regreso nos tomamos un café en el Mc Donalds, que dicen que es el más elegante del mundo.
Al final las vacaciones no resultaron tan mal, al fin y al cabo que mas da donde vayas si lo haces con la mejor compañía y esta claro que en todos los sitios hay algo, algún rincón que tiene su encanto.
Estas fotos son del último día de las vacaciones, el día amaneció gris, perfecto para hacer una pequeña sesión familiar.
Eva.
Jajajajajajaja, cómo me he reído, Eva. Genial el post. Las fotos preciosas, has sabido captar la belleza de cada momento.
ResponderEliminarPreciosas fotografías. Y pienso como tú, que lo más importante siempre es estar en buena compañía, el lugar no lo es todo (aunque ayuda, claro!).
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ResponderEliminarQue Portugal es precioso, pero Espinho no tiene nada, lo más interesante que encontré fue a nosotros tres.
EliminarBueno pues que sepas que me encantan vuestras fotos, son preciosas!!!
EliminarAghhhhhh, que estoy muy tonta y he eliminado tu comentario. Mierda, mierda, perdona.
EliminarQue fotografías mas hermosas!!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSimpático y entretenido post. Preciosas imágenes.
ResponderEliminarAy, Eva, como me río contigo!! Rebonitas las fotos, no sé qué tienen las fotos de espalda que me gustan a rabiar.
ResponderEliminarUn post muy divertido y unas fotos preciosas. Que ganas de conocer Oporto
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