Esta es la historia de un "¿te quieres casar conmigo?".
Mi futuro cuñado es triatleta y eso ya dice mucho de el, es disciplinado, constante y le echa narices a todo lo que hace, tanto es así que el solico se preparó una petición de mano en toda regla para sorpresa de todos.
Nos llevó engañados al Castillo de Montelareina para celebrar, dijo el, un traslado y un cumpleaños.
El lugar es precioso, el castillo está situado entre olivos y viñas. Tiene un restaurante espectacular y una bodega semienterrada que puedes visitar. La vista desde las terrazas es maravillosa y no te puedes perder la puesta de sol desde este lugar. Sí pasas cerca de Zamora no debes dejar de visitar este sitio.
Y disfrutando de las vistas y de la comida estábamos todos, cuando a lo lejos oímos el sonido de un tambor sin saber bien de donde venía y sin caer en la cuenta de que el triatleta había desaparecido.
El que le echa narices a todo lo que hace se había vestido de baturro, con medias de lana y cachirulo incluidos, y venía tocando el tambor para flipe de todos los que estábamos allí. Cuando ha llegado a nuestra altura ha abrazado a la Fernandezpequeña y le ha hecho la pregunta, ¿te quieres casar conmigo?. Yo la respuesta no la oí, las lágrimas resbalaron por la mejilla y taponaron mis oídos, pero debió decir que sí porque en casa andamos todos revolucionados, y nos han dicho que dentro 100 días, 100, volvemos al mismo sitio, esta vez con peineta y mantilla, a celebrar "La Boda de la Última Fernández".
Nos llevó engañados al Castillo de Montelareina para celebrar, dijo el, un traslado y un cumpleaños.
El lugar es precioso, el castillo está situado entre olivos y viñas. Tiene un restaurante espectacular y una bodega semienterrada que puedes visitar. La vista desde las terrazas es maravillosa y no te puedes perder la puesta de sol desde este lugar. Sí pasas cerca de Zamora no debes dejar de visitar este sitio.
Y disfrutando de las vistas y de la comida estábamos todos, cuando a lo lejos oímos el sonido de un tambor sin saber bien de donde venía y sin caer en la cuenta de que el triatleta había desaparecido.
El que le echa narices a todo lo que hace se había vestido de baturro, con medias de lana y cachirulo incluidos, y venía tocando el tambor para flipe de todos los que estábamos allí. Cuando ha llegado a nuestra altura ha abrazado a la Fernandezpequeña y le ha hecho la pregunta, ¿te quieres casar conmigo?. Yo la respuesta no la oí, las lágrimas resbalaron por la mejilla y taponaron mis oídos, pero debió decir que sí porque en casa andamos todos revolucionados, y nos han dicho que dentro 100 días, 100, volvemos al mismo sitio, esta vez con peineta y mantilla, a celebrar "La Boda de la Última Fernández".
Miedo me da lo que el triatleta puede estar preparando para ese día, porque ahora además de triatleta es un poco aragonés.
Eva.
Eva.
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